Escribir sobre uno mismo y convertirse en millonario

Lo cierto es que en pocas ocasiones me ha tocado escribir sobre mi mismo.

Resulta bastante incómodo, como podrán imaginar, pero en ocasiones las circunstancias nos llevan a hacerlo.

Una excelente idea no puede perderse así como así.

Es por eso que estoy de acuerdo en que es necesario escribir sobre uno mismo cuando no contamos con papel adicional.

Para hacerlo es importante evaluar la superficie a utilizar.

¿Escribiremos sobre el cuello?

Bueno, depende de qué tan maravillosa sea nuestra idea y de cuánto estemos dispuestos a que otros puedan descubrirla.

Un lugar más seguro puede ser el antebrazo, ya que, si debemos encontrarnos con alguien y sentarnos a una mesa, puede resultar útil apoyar nuestros antebrazos sobre la misma para disimular lo escrito.

Siempre que no debamos asistir luego a un templo a adorar al Señor pues en el momento de levantar nuestras manos podríamos exponer nuestra idea a todo ser presente. Y sabemos que no todo el que dice ser cristiano lo es, por lo que el enemigo puede estar acechando detrás de un excelente disfraz de oveja.

También podríamos escribir sobre la planta de nuestro pie. Lugar inhóspito, si lo hay, pero de peligrosa decoloración de la tinta por la fricción en cada paso y la transpiración propia del encierro en el calzado.

Como verá, mi querido lector, escribir sobre uno mismo no es una decisión que pueda tomarse a la ligera y cada espacio de sí mismo suele encontrar complicaciones únicas y de difícil manejo.

No obstante, es mejor una idea volcada en tinta a tiempo que una idea que se ha perdido para siempre.

El recuerdo de cientos de ideas que llegaron a mi vida con la misma rapidez que fueron olvidadas por completo me hace temer que algo así vuelva a sucederme.

Y sin embargo, vuelve a suceder…

Estoy seguro que muchas de las penurias que he vivido se deben únicamente a esas ideas que podrían haberme convertido en aquel millonario soñado que jamás llegaré a ser.

Y esto, no porque yo no lo desee, sino porque jamás logro retener la idea que lo permitiría. Volviéndome un ser débil, de pocos recursos, simple y feliz con lo poco.

Ah… Ya desearía yo tener los grandes problemas de los ricos! Pues ellos sí que tienen una vida difícil.

Porque son demasiado pocos los ricos en comparación con las grandes multitudes que sólo tienen en mente que sus males son a causa de la ambición de los ricos.

Y no… Pobres ricos! Son juzgados injustamente por envidia. Lo sé porque yo también, en ocasiones, he caído en el gravísimo error de envidiarlos. Tonta y mezquina razón de mi pensamiento cómodo, vago y conformista, que no tolera ver cómo otros logran tomar aquellas buenas ideas para ponerlas en práctica mientras uno está aquí, sin papeles, intentando leerse el codo para volverse millonario.

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